sábado, 9 de abril de 2022

Vida para Ruth



Vida para Ruth
Título original: Life for Ruth
IMDB: 7.1
Año: 1962
País: Reino Unido
Género: Drama - Religión - Drama judicial
Dirección: Basil Dearden
Guión: Janet Green, James McCormick (Obra: Janet Green)
Duración: 88 min
Reparto: Michael Craig, Patrick McGoohan, Janet Munro, Paul Rogers, Malcolm Keen, Megs Jenkins, Michael Bryant, Leslie Sands, Norman Wooland, John Barrie, Walter Hudd, Michael Aldridge, Basil Dignam, Maureen Pryor, Kenneth J. Warren
Idioma: Dual: inglés y español con subtítulos en español
Sinopsis: Cuando la hija de John Harris es gravemente herida en un accidente de navegación, el hospital le dice que ella va a necesitar una transfusión de sangre urgente. Debido a sus creencias religiosas, Harris se niega a dar el permiso y la niña muere. Cuando la investigación libera a Harris de toda culpa, el médico a cargo del caso intenta llamar a la policía para presentar cargos de homicidio contra Harris. (FILMAFFINITY)

Recuerdo cuando allá por 1984, se emitió por TVE LIFE FOR RUTH (Vida para Ruth, 1962. Basil Dearden). Fueron unos años en los que se prodigaba la programación de títulos ingleses, que en su mayor parte escaseaban en el interés de los aficionados ¿A quién podían atraer exponentes académicos de una cinematografía marcada por la descalificación en su supuesta valía? Es más, nos encontrábamos ante un título incómodo, por su temática, por venir avalado por un director “de la vieja escuela”, en unos años donde solo el Free Cinema suponía el estandarte de la vanguardia fílmica de las islas. Se me perdonará que con dieciocho años, estuviera por completo imbuido en dichos prejuicios. Prejuicios con los que ha podido el paso del tiempo, aunque no con la rotundidad deseable, permitiendo descubrir el velo de tantas y tantas brillantes producciones, firmadas por aquellos denostados realizadores, ligados a solidísimos e inspirados equipos técnicos y artísticos. Personalmente, mi atracción hacia ellas, me hace pensar si no me estaré dejándome llevar por cierto espejismo, ya que son constantes y mayúsculas las sorpresas, y no quisiera pensar ante el hecho de estar condicionado por un extraño hechizo de admiración acrítica.
Es algo que me ha venido a la mente al ir admirando de manera progresiva esta olvidada e incluso denostada realización de Basil Dearden, de la que con sinceridad no esperaba gran cosa, y que me aparece como una casi apasionante digresión en torno a la fragilidad de los mimbres de la sociedad inglesa de su tiempo. A su consustancial clasismo y gama de prejuicios, ante la vivencia de una situación que resultará incómoda para todos cuantos de una u otra forma se vean partícipes de la misma. En alguna ocasión, hace muchos años, escuché que una de las bases del cine inglés era la plasmación en sus argumentos de un elemento que ponía en tela de juicio su en apariencia impecable modo de vida. Fue un punto de partida que tuvo una magnifica expresión en las célebres comedias de la Ealing, pero también se aplicó en sus dramas y en títulos encuadrados en el cine policíaco ¿Fue esa una base sobre la que se catalizó esa perfección psicológica, ensayada en tantos y tantos títulos? Quizá fuera así. Lo cierto es que dicho enunciado aparece cristalino en el drama que se plantea en el seno de la presunta perfección de la familia formada por John Paul Harris (admirable composición del eternamente subvalorado Michael Craig) y su esposa Pat (una Janet Munro proporcionándole una intensa réplica). Ambos son padres de Ruth, de apenas ocho años de edad, conviviendo en total armonía. Un día la llevarán hasta la costa inglesa, junto a la casa del padre de John, donde la pequeña jugará junto con otros niños a la orilla de un mar en creciente actividad. El balón de la niña caerá al agua, acudiendo con un pequeño vecino a recogerlo con una barca que encuentran. Será el inicio de la tragedia, ya que los pequeños verán en peligro sus vidas. John logrará salvar al niño de morir ahogado, pero a su hija la recogerá gravemente herida, acudiendo al hospital y escuchando del doctor Jim Brown (Patrick McGoohan), la necesidad de realizar una transfusión de sangre para poder salvar la vida de Ruth. Tras la negativa del matrimonio –sobre todo de su padre-, la niña perderá la vida, iniciándose la ausencia esencia de esta magnífica película. Un drama que, en voz callada, ofrece una de las miradas más demoledoras jamás propuestas en torno al clasismo de la sociedad británica. Sin la atención que de entrada podría brindar el tratamiento de un tema hasta entonces tabú como el de VICTIM (Víctima, 1961), Basil Dearden traslada con una enorme precisión el libreto escrito por Janet Green, en el que a primera instancia percibiremos la impresión de que la actitud de John es la de un fanático seguidor de los Testigos de Jehova –en ningún momento se dudará de aplicar una mirada crítica en torno a dicha actitud irracional-. Sin embargo, el gran mérito de la película es el de lograr trasladar una mirada devastadora, en un marco social en donde los prejuicios, la hipocresía y la falsedad, permitirían concluir que en la figura de ese padre abnegado pero al mismo tiempo fanático, se encuentra un ser íntegro y consecuente con aquello que ha heredado. Compleja disquisición, que se hará extensiva cuando el doctor Brown decida denunciarlo por la decisión que costó la vida de su hija, iniciando un proceso en el que la figura de este aparecerá como un elemento incómodo para todos. No dejarán de aparecer el periodista ávido de sacar rendimiento a un tema con connotaciones sensacionalistas. Ni siquiera esos vecinos que tan agradecidos están por haber salvado la vida de su hijo, dejarán de mostrar su recelo al estar junto él, dejando la mujer de dicha pareja en el aire la pregunta ¿Cómo lo valoraríamos si no hubiera salvado la vida de nuestro hijo? Los vecinos se atisbarán en la puerta cuando se logra su libertad bajo fianza, y solo encontrará el apoyo sincero del prestigioso abogado Hart Jacobs (magnífico Paul Rogers), un hombre de religión judía que propondrá una mirada más compasiva a la hora de enjuiciar la irracionalidad del hecho religioso.
Todo ello discurrirá por esas calles grises, húmedas, dominadas por la atonía, de una Inglaterra que parece debatirse entre su imagen tradicional y un progreso exterior que, en realidad, se encuentra muy lejos de la mentalidad de sus ciudadanos. Podríamos decir que no han variado demasiado los tiempos. Lo cierto es que LIFE FOR RUTH deviene casi apasionante y de notable complejidad. Que apenas deja resquicio a la convención, ni a los baches de ritmo. En el equilibrio que vierte en su sólida vena discursiva, contraponiéndolo con una narrativa y expresión visual óptima. El film de Dearden destaca en la sombría visión que muestra a través de pequeños detalles, de una sociedad injusta e hipócrita. En la causa y el efecto de decisiones que pueden marcar de por vida. En la imposibilidad de mantener unas circunstancias y situaciones, a partir de que un determinado acontecimiento ponga en tela de juicio su pertinencia –ese matrimonio que nunca volverá a cobrar realidad-. Asistiremos a una vista, en la que la única manera de que poder entender la decisión irracional del padre, es transmitir su convicción en plantear esa difícil decisión, en alguien que minutos antes había arriesgado su vida por salvar no solo a su hija –un detalle que no se subraya en el drama-. Poco antes, el juez mostrará su sabiduría al intentar explicar un caso tan complejo como el que tiene que presidir, y en el que el hecho de recibir la absolución del jurado, no impedirá que este se sienta hundido y traicionado por la ausencia de un mensaje divino que le permitiera salvar a su hija. Llegará la catarsis para ese atribulado y transformado padre –extraordinario Craig-, capaz de inmolarse al verse incapaz de asumir su culpa. Y será ese doctor que lo denunciara, quien finalmente y de manera casi inverosímil –la planificación realzará ese grado de inverosimilitud-, lo salvará de una muerte segura. Preguntado por el propio John, le dirá de nuevo que él siempre estará para salvar vidas, y es algo que ha vuelto a ratificar en su existencia.
Más de sesenta años desde que fuera rodada, LIFE FOR RUTH es, no solo una de las mejores obras de Basil Dearden, sino una demostración de las sinergias que en aquellos tiempos mantenía el cine británico, asimilando corrientes opuestas, en una admirable simbiosis, que hoy nos permite seguir asombrándonos, según vamos redescubriendo títulos en su tiempo apenas evocados.
(Reproducido de CINEMA DE PERRA GORDA)


 

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