Cartas de un hombre muerto
Título original: Pisma myortvogo cheloveka
Año: 1986
País: URSS
Género: Ciencia ficción - Drama
Dirección: Konstantin Lopushansky
Guión: Konstantin Lopushansky, Vyacheslav Rybakov, Boris Strugatsky
Duración: 83 min
Reparto: Rolan Bykov, Iosif Ryklin, Viktor Mikhaylov, Aleksandr Sabinin, Nora Gryakalova, Vera Mayorova, Vatslav Dvorzhetsky, Svetlana Smirnova, Nikolai Alkanov, Vadim Lobanov
Idioma: Ruso con subtítulos en español
Sinopsis: Tras una guerra nuclear los supervivientes se encuentran en bunkers bajo tierra protegiéndose del invierno nuclear. Sin embargo, una nueva generación encuentra una forma de crear una nueva vida en la Tierra. (FILMAFFINITY)
“Es su primer largometraje como director. Anteriormente se le conoció como realizador por un corto, titulado Solo, que llamó la atención y obtuvo varias designaciones en numerosos festivales. Pero no es un hombre nuevo del cine. Guionista experimentado, fue también ayudante de dirección del famoso Tarkovsky, cuya película Stalker recuerda a menudo la primera obra de Lopushansky. Realizador profundamente dramático y de estilo realista, ha evitado en Cartas de un hombre muerto todo artificio técnico, utilizando la cámara como un testigo invisible, que se limita a narrar los horrores que cuenta. Su tratamiento como director es austero, grave y profundo y ello hace de él uno de los realizadores soviéticos de la primera línea de ruptura que capitanea Elem Klimov… Cartas de un hombre muerto es un film fantástico es una anti-utopía cinematográfica, en la que se emplean ciertos métodos del género de cine popularmente llamado film de horror. Pero en ello reside precisamente la fuerza de esta singular película que está trenzada de realidades totalmente prosaicas, en la que no hay ninguna fantasía vana, ni pesdillas artificialmente creadas, ni mística, ni atracciones técnicas drásticas. Y si es más bien un filmcatástrofe, está hecho no obstante de tal forma que no sentimos los efectos especiales de realización, y el horror inconcebible de lo que ocurre en la pantalla, se muestra como algo corriente, diario, en la vida del Globo en el que habitan (¡y no viven!) los personajes. La unidad de tiempo aquí no son los días ni las noches, sino la penumbra que impera en el refugio situado debajo de un museo, símbolo de los valores de toda la civilización humana. A él fueron a dar después de la catástrofe, el científico cibernético Larsen, Premio Nobel, su esposa Anna, mortalmente enferma, y algunos representantes más del género humano. Varias veces, en los recuerdos de Larsen y en la realidad, la cámara nos hace salir del refugio para ver la tierra. La Tierra desfigurada por el torbellino nuclear, convertida en un montón de ceniza, escombros y cadáveres. La solución plástica de estos episodios supuso una tarea difícil para los creadores del film: para el operador, los decoradores y, ante todo, para el realizador Konstantin Lopushansky. El excelente montaje de la crónica, los cuadros combinados y la revelación de la imagen monocroma virada no sólo representan un logro técnico, sino también creativo... ya que el mundo de los objetos de la película -construida literalmente con nada (montones de chatarra, polietileno y tierra granulosa)- adquiere en ella un carácter convincente, casi mágico. Este es el caso cuando, según las palabras de un escritor, vemos la vida inexistente con la exactitud de la alucinacion. Naturalmente, la incandescencia emocional del film, originada por sus sucesos trágicos, es de por sí bastante alta. En cambio en la manera de realizar de Lopushansky se siente un matiz gélido de racionalismo. Las reflexiones de los héroes que se encuentran entre la vida y la muerte a veces tienen un carácter demasiado especulativo, en tanto que sus reacciones fisiológicas producen estado de shock. No obstante, el realizador supo sortear las Escila y Caribdis del espíritu patológico del intelectualismo abstracto. Y supo hacerlo, en gran parte, gracias al intérprete del papel principal, el magnífico actor Rolan Bykov. Larsen, interpretado por él, no es sólo un sabio de gabinete, que tropieza con las horribles consecuencias de sus propios descubrimientos. Es el representante de toda la humanidad sufriente: perdió en el desbarajuste nuclear a su mujer y a su hijo, pero lo principal es que perdió la verdad y desea vehementemente, a pesar de todo lo ocurrido, recuperarla. De ahí que quiera comprender, con la misma pasión con que se dirige a su hijo Erik ya muerto, lo que ocurrió con la humanidad con la misma pasión y el mismo sentimiento de su propia culpa. Es verdaderamente un hombre, no tan sólo un mono desenfrenado que se cree todopoderoso o lleva la maldición de Dios y está condenado al apocalipsis... No, a pesar de todo, las causas de la catástrofe, pensándolo bien, no son tan fatales. Veamos lo que le precedió: Las ambiciones políticas adquirieron un carácter de ambición paranoica... El arte se hizo por completo antihumano y, en vez de educar, embriagaba, favoreciendo los gustos más viles. O sea, decayó bruscamente el sentido de la responsabilidad, quizá el principal sentimiento que distingue al hombre del animal y de Dios. Entonces quedaba tan solo poner el punto sobre la i: el operador responsable del botón nuclear estaba tomando café y no tuvo tiempo en 7 segundos de prevenir el despegue, puesto en funcionamiento por casualidad. Y en los 14 minutos que duró el vuelo de los misiles, con su carga mortífera, esa persona decidió ahorcarse... ¡Ha sido una equivocación! -exclama Larsen desesperado, sintiendo en toda su piel el mortal absurdo de lo ocurrido. Una equivocación que costó a la humanidad la vida, que desvalorizó todos sus ideales y las riquezas espirituales acumuladas. El film termina con el llamamiento de los científicos de renombre del siglo XX a que se olviden las ofensas mutuas y a que juntos piensen en el día de mañana de la humanidad. El film además nos exhorta a recordar otro aforismo mucho más viejo, de Kant: Dos cosas llenan el alma cada vez con más sorpresas y veneración: el cielo estrellado sobre nosotros y la ley moral dentro de nosotros. El film habla precisamente de que, cuando desaparece o palidece la ley moral, el cielo despejado se cubre de nubes de muerte. La humanidad está obligada a conocer esta verdad y a recordarla constantemente”.
(Tomado de --> http://www.ciencia-ficcion.com/)
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